Pregón de 2010

José Cardín Fernández

Es un honor, para mí, tener la oportunidad de presentar, casi mejor que pregonar, la Semana Santa de Villaviciosa de este año 2010. Oportunidad que agradezco a la Junta Directiva de la Cofradía de Jesús Nazareno y que me servirá como remate, como colofón a una larga trayectoria de participación en los actos de la Semana Santa de Villaviciosa.

Desde mis primeros recuerdos de niño –acompañaba en la procesión con una vela, apagada para no quemar a la gente ni poner perdida de cera la túnica recién estrenada- no he dejado de participar, hasta ahora, más que un año, 1960, en que me encontraba fuera de España.

Borlas, estandartillos, bandejas, faroles, el niño Jesús, la Verónica, San Juan, amén de pasear las cajas de matar judíos, y pedir por las calles el Miércoles Santo para Jesús Nazareno, marcaron mi trayectoria hasta el año, creo que 1961. Ese año, el Viernes Santo, preparado para llevar otro paso, creo que San Juan, Emilio, portero del Teatro Riera entre otras ocupaciones, me dijo “venga guaje agárrate ahí que falta uno” y así llevé por primera vez el paso de la Dolorosa, con Tino Martínez y Pepín Ortiz en la varas delanteras y Emilio y yo en las de atrás. Los nervios y el miedo a no hacerlo bien con aquellos mayores, me agotaron más que el propio peso del paso, que con ellos se llevaba sin sentir.

Desde entonces, he sido fiel a mi cita anual con el paso de la Dolorosa, y aunque en algunas ocasiones pensé en dejarlo, no pude resistirme a la insistencia y los ánimos de mi mujer y mi hija que me retaban a cumplir los cincuenta años de Dolorosa. Este año los cumplo y remato con la oportunidad de ser pregonero.

No recuerdo a todos con los que en estos años compartí la tarea de llevar el paso de la Dolorosa, algunos, desgraciadamente ya desaparecidos, pero si tengo muy presente el respeto y el interés de casi todos. Hubo tiempos difíciles en que era casi imposible encontrar suficientes colaboradores, pero afortunadamente estos tiempos son pasados y hoy se respira un creciente interés por parte de la juventud en participar de alguna manera en las procesiones y otros actos.

Esta larga trayectoria de participación activa en los actos procesionales de nuestra Semana Santa, me hizo pensar en un principio que me resultaría muy fácil preparar un texto para el pregón, pero no es así. No quisiera convertirlo en una detallada narración de anécdotas, que hay muchas y no me considero ni adecuado ni preparado para hacer serias reflexiones de contenido religioso, que por otra parte ya han sido sobradamente expuestas por personas con más preparación y conocimientos.

Pienso que lo mejor que puedo hacer es trasmitir, hasta donde la discreción me lo permita, mis sensaciones en relación con nuestra Semana Santa en los diferentes momentos de mi vida.

Mis primeros recuerdos de cierta consistencia, se remontan a finales de los cuarenta, la etapa de la niñez, en que como otros niños de mi edad, después de haber hecho mi bautismo procesional seguramente de la mano de mi hermano Bernardo, mayor y más formal, mi ilusión se cifraba en llevar algún día una borla del estandarte SPQR, que traducíamos por el conocido “San Pedro Quiere Rosquillas”, un estandartillo y si fuera posible un farol, y ya como colmo de la ilusión el Niño Jesús.

En esta etapa, yo recuerdo que lo veía todo como muy solemne, impresionante, sin llegar a materializar esta sensación en algo concreto. El conjunto de actos litúrgicos y procesionales, era en sí mismo algo enorme, grandioso. La voz impresionante de los predicadores, la masiva participación de las personas mayores, pues entonces no se iba a ver la procesión, se iba a la procesión. Las mujeres en las filas exteriores y los hombres en las filas interiores, como haciendo una guardia de protección a las imágenes, altas, impresionantes, portadas por gente mayor, con el tradicional atuendo de la túnica morada y el capiellu en la cabeza, a cara descubierta. Recuerdo el silencio impresionante de las procesiones, ni los chiquillos alborotábamos. Una sensación de respeto a lo que se estaba conmemorando. Algo así como una manifestación de duelo, que es lo que era en realidad.

Recuerdo de esta época la tremenda impresión que me causaba el Sermón del Desenclavo. En un ambiente general de la Villa entera de duelo riguroso, con portales y postigos cerrados, las familias haciendo las tradicionales visitas a Los Monumentos, la Guardia Civil con los fusiles apuntando a tierra, las iglesias con las imágenes cubiertas con paños morados. Y en este ambiente, a primera hora de la tarde, en el campo de la iglesia una multitud de gente, de la Villa principalmente, dos largas filas de bancos enfrentados, ocupados por los seminaristas de Valdedios y el Padre Predicador dirigiendo el acto del Desenclavo y Descendimiento, ejecutado con toda solemnidad por sacerdotes de las parroquias. El Santo Sepulcro con sus portadores –a mí me parecían muy mayores- con sus túnicas y capiellos negros. Es algo que me sigue impresionando año tras año, aunque ahora a la mayoría de la gente no la conozco, la oratoria se ha vuelto más técnica, ya no hay seminaristas de Valdedios, el silencio es sustituido por un murmullo constante, y los portadores ya no me parecen tan mayores y no llevan túnicas negras.

La etapa siguiente, ya en la edad de la adolescencia, otras sensaciones se juntan a las anteriores. Ya somos conscientes de lo que se está conmemorando, sigue impresionándome la solemnidad, ya tenemos la conciencia de lo que representan los distintos autos sacramentales que en realidad son las procesiones de nuestra Semana Santa. Ya somos capaces de interpretar lo que vemos y constatamos que asistimos a una reinterpretación de la pasión y muerte de Jesús. Y lo mismo que siempre, estos actos siguen teniendo la vigencia de representación de hechos históricos y por supuesto religiosos, que nos llegan a calar mucho más que cuando los conocimos en clases de Historia Sagrada o de Religión. Por otra parte, nos vamos sintiendo más protagonistas en lo que se está representando. Empieza a ser un cierto sacrificio renunciar a otras actividades propias de la edad en tiempo de vacaciones.
La ilusión de ir ascendiendo en el escalafón de portadores, llevar otros pasos más pesados, más importantes, la admiración por los que ya lo hacían, la incorporación de nuevos pasos como la Flagelación y la Coronación de Espinas con andas de cuatro varas cortas delante y detrás.

La juventud, con plena conciencia, renuncia de otras actividades. Menos gente, empieza a verse gente que viene a ver las procesiones, gente de fuera. Menos recogimiento y más ambiente de fiesta, ambiente respetuoso pero de fiesta. Nuestra Semana Santa se hace famosa, sale en la tele. Llama la atención la riqueza de las imágenes, el ritmo de los portadores, de andar pausado sin ritmos forzados, con el movimiento propio de quién lleva a cuestas una carga pesada. La participación masiva de los villaviciosinos que siguen fieles a la tradición de asistir a las procesiones.

Un cofrade, el Comandante Vallina, de la Policía Armada, gestionó en aquellos años, la presencia de una escolta y una banda de tambores y cornetas en la procesión del Santo Entierro el Viernes Santo. Era una novedad pero le daba más solemnidad. Muchos años estuvo el Comandante asistiendo a la procesión con su ayudante lazarillo. Era invidente.

El ascenso, circunstancial pero definitivo a portador de la Dolorosa, que ya he contado, me permitió otra perspectiva. Es el último paso de las procesiones y sale en todas. Siempre había visto las procesiones desde dentro. Ahora seguía viéndolas desde atrás, pero justo delante de la presidencia, los curas y las autoridades. Pude ver a los alcaldes, llevando el pendón rastrón, que interpreto como el homenaje del pueblo a su máximo nivel de representación.

En esta época se producen algunos cambios, no muy importantes, pero si significativos. Se ponen ruedas a algunas imágenes, los Judíos, es decir, la Flagelación y la Coronación de Espinas primero y el Nazareno después. También se sustituyen las tradicionales velas por luces eléctricas, anodinas, sin personalidad, alimentadas por baterías en casi todos los pasos. Es como si los cofrades acudieran a las procesiones con linternas. No se apagan y no se llenan las calles de cera.

Ya casado, fuera de la Villa, en esta época, el miércoles, hacíamos un viaje contrarreloj por una carretera siempre en obras, mi mujer, mi hija y yo en un coche y mi primo Fernando Rodríguez con su familia en otro, para estar como clavos a tiempo de bajar los pasos a la plaza del ancho para el Sermón del Encuentro, la primera escenificación de la pasión de Jesús. Era la primera procesión después de la del Domingo de Ramos, ya que se había suprimido la del martes, del Silencio. Nunca tuve muy claro el significado de esta procesión y muchas veces oí comentar en casa que en principio había sido solamente un recorrido para el traslado de las imágenes de la Iglesia de la Oliva hasta la parroquia para salir en procesión, todas juntas, el miércoles. Estas imágenes volverían a la Oliva el sábado de madrugada. La devoción de los fieles y su asistencia de acompañamiento a las imágenes en los traslados se convirtieron en procesiones completas cuando las imágenes se quedaron definitivamente en la parroquia. No se si es cierto pero tiene mucho sentido. Tampoco se qué imágenes eran de la Oliva. La Dolorosa y San Juan casi seguro. Algún día se tendrá que satisfacer la deuda histórica dela Iglesia de la Oliva, antigua parroquia de Villaviciosa que cayó en el olvido al dejar de ser parroquia. Quemada durante la guerra civil, el interés de los habitantes del barrio de la Oliva consiguió su restauración. En la actualidad durante la Semana Santa es uno de los Monumentos que se visitan por los fieles de jueves a domingo. Le tengo un cariño especial porque mi familia, siempre estuvo muy vinculada a ella. De hecho, mi madre primero y mi mujer después vienen ocupándose durante muchos años de su arreglo para este fin.

Actualmente, la participación es enorme. La Cofradía se enfrenta al reto de dar cabida a todos los que quieren participar, pero llegará un momento, no muy lejano, en mi opinión, en que habrá que repartir la participación. Quizá volviendo a los tablones de cargos que se usaban antes, donde, por orden de inscripción los cofrades, niños, jóvenes y mayores éramos designados a lo mejor sólo un día para un puesto concreto, quedando para otra oportunidad los que no llegaban a tiempo. Creo que es bueno fomentar la participación de los niños y bienvenida sea la tolerancia que ha permitido que niñas y mujeres tengan los mismos derechos que los niños y los hombres. Por otra parte, corremos el riesgo de morir de éxito y caer en la tentación de pensar en los actos de la Semana Santa más para ser vistos que para vivirlos. Me molestan mucho las valoraciones que a veces se hacen de nuestra Semana Santa según el número de visitantes, como si estuviéramos hablando de una feria de muestras. Eso no sería mantener la tradición y sería, me temo, el principio del fin.

Es la Cofradía, representada por su Directiva y la Asamblea General, según los estatutos, quienes tienen la responsabilidad y la obligación de mantener las tradiciones sin caer en el inmovilismo, pero sin concesiones a la galería. Hoy que tan de moda está el término de “compromiso social”, la cofradía de Jesús Nazareno debe mirar al frente, establecer los objetivos y señalar claramente los límites que no quiere traspasar. Para ello contará, estoy seguro, con la colaboración de todos los cofrades del pueblo de Villaviciosa y por supuesto la mía y estoy seguro que tendrán la de mi nieto Pepín que con siete meses cumplidos es cofrade con túnica, cíngulo y capiellu y también tendrá vela, apagada como su abuelo.

También la Iglesia tiene su importante función, ya que debe velar por la ortodoxia litúrgica, y coordinar con la Cofradía las celebraciones propias de la Iglesia con los actos propios de la Cofradía, pero no inmiscuirse y menos tratar de imponerse en estos últimos ya que el riesgo de equivocarse es muy grande. Y es natural porque “los párrocos pasan y la cofradía permanece” y antecedentes hay que lo confirman.

Permitidme que para terminar cite unas palabras de Doña Carmen Rodriguez Menéndez, pregonera del año 2007. Dice que la Semana Santa de Villaviciosa es:

La forma que tiene todo un pueblo de interpretar el hecho más importante de los cristianos: la Redención; a vuestro estilo, como os enseñaron vuestros antepasados y como vosotros lo trasladáis a vuestros hijos.

Pensamiento que suscribo íntegramente.

José Cardín Fernández