Pregón de 2022
María Teresa Álvarez García
Señor Cura Párroco
Señor Alcalde de Villaviciosa
Señor Mayordomo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno
Autoridades
Hermanos cofrades,
Señoras, señores, amigos todos, buenas tardes.
Es un inmenso e inmerecido honor el que me hacéis al haber pensado en mí para pronunciar el pregón de la Semana Santa de Villaviciosa. Un honor al que no sé si sabré responder y estar a la altura de las muy importantes personalidades que lo han pronunciado hasta ahora. Pero quiero deciros que lo hago con mucho cariño y desde la profunda admiración que os profeso.
Siempre me he sentido atraída por la Villa de una forma especial. De Villaviciosa era mi abuelo, y aquí vivía su familia, a la que visité en muchas ocasiones. Recuerdo muy bien a Manolo y a Fernando, mis dos tíos abuelos, que regentaban sendas cafeterías, “El Rex” y “El Avenida”. Pero en estos momentos, y no por ser de las hermanas de mi abuelo, la última en abandonarnos, quiero tener un recuerdo muy especial para Carmina, a la que siempre admiré y sin ella saberlo influyó en mi religiosidad cuando yo aún era una niña.
Tengo la enorme alegría de haber compartido con ella algunos momentos durante su permanencia en la residencia donde estaba ingresada, cuando ya la enfermedad le impedía hacer vida normal. Me siento satisfecha de haberlo hecho y doy gracias a Dios por ello, porque me permitió comprobar, con alegría, que Carmina seguía siendo, a pesar de sus dolencias, la persona amable y cariñosa que siempre había sido. Perdonad este pequeño desahogo personal, pero sé lo feliz que ella se habría sentido al saber que os habíais fijado en mí para ser la pregonera de su Semana Santa. Digo “su” porque pienso que cada uno de los maliayos sentís la Semana Santa, como propia.
Una Semana Santa, la vuestra, en la que nunca participé. Soy de un pueblo, Candás, que también la celebra de forma muy especial y sentida.
No he presenciado en directo el entrañable y emotivo “Desenclavo”, pero si lo he visto y he hablado de él en la televisión regional, en mi época de presentadora, en la que eran muy frecuentes mis visitas a Villaviciosa.
Con Gonzalo Álvarez Sierra presenté muchas ediciones del Festival de la Manzana en el Teatro Riera. Guardo como un tesoro la Manzana de Plata que me otorgaron en la última edición en la que participé.
A Villaviciosa procuro venir siempre en las fiestas navideñas para disfrutar de los belenes que aquí se instalan. Me encanta ver como en el importante Museo de la Semana Santa, abrís una ventana a la Luz que inunda la Navidad.
A lo largo de mi vida he podido comprobar como la Villa me resultaba cercana, debido probablemente a mis vinculaciones familiares, y también porque existe algo en Villaviciosa, que me atrae, y no sabría decir qué. De ahí que me sienta muy feliz cuando los maliayos, por algún motivo, se acuerdan de mí.
Siempre resulta gratificante percibir el afecto de las personas, aunque cuando éstas son cercanas al corazón, la emoción es aún mayor. Por ello cuando hace unos años, don Alejandro Vega, vuestro Alcalde me llamó para otorgarme la distinción de ser Embajadora de les Fabes, me sentí feliz, y acepté encantada.
Y ahora aquí estoy, en vuestro templo parroquial, emocionada y agradecida porque hayáis pensado en mí, para pregonaros una Semana Santa que vosotros sentís en lo más profundo del corazón. Unos días en los que recordamos lo sucedido hace miles de años, a un hombre bueno, Jesús de Nazaret, hijo de María y de José el carpintero, pero que era hijo de Dios y que vino al mundo para redimirnos del pecado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (san Juan 15, 13) Lo decía Jesús, nos lo cuenta san Juan.
Miles de años después de lo sucedido en Jerusalén, sabemos que Jesús nos ama. Él ha entregado su vida por nosotros. Ha muerto clavado en una cruz, pero esa cruz significa el triunfo del amor sobre la muerte porque Jesús ha resucitado. Esa es la alegría de nuestra fe. Esa es la certeza que infunde fuerza a los apóstoles para predicar las enseñanzas de Jesús, arriesgando sus vidas, cuando tan cobardes se habían mostrado con Él.
La resurrección, es la esperanza de todo cristiano. Sin la resurrección, nuestra fe carecería de sentido.
A Villaviciosa he venido, con mucha ilusión, Señor.
Quiero con los maliayos rememorar tu Pasión.
Desde siglos la celebran siempre con gran devoción.
Es admirable observar cómo participáis en las distintas procesiones que comienzan el Domingo de Ramos con el precioso paso de Jesús subido a la borriquita, en medio de un gran clamor de palmas y ramos. He tenido la suerte de visitar en las afueras de Jerusalén, el pequeño pueblecito de Betfagué, donde dicen que Jesús envió a los discípulos en busca de un asno para hacer su entrada triunfal en la ciudad. Mirando la imagen de Jesús en vuestro paso, cuando se encuentra muy cerca de la iglesia de Santa María de la Oliva, con su mano derecha levantada, rodeado de las sonrisas de niños y mayores, una tiene la sensación de que la historia cobra vida de nuevo.
Y es que Villaviciosa; su geografía, sus calles y plazas vibran en la Semana Santa y consiguen mimetizarse con los distintos actos sintiéndose e identificándose como parte integrante en cada una de las escenificaciones.
Así sucede también en el Martes Santo… Cuando la noche envuelve a la Villa y la oscuridad, solo atenuada por las frágiles llamas de las velas y el fulgor de la Luna, sale la Virgen Dolorosa con su silenciosa pena. Roto el corazón.
Como decía San Juan Pablo II:
“Porque es madre, María sufre profundamente. No obstante, responde también ahora como respondió entonces, en la anunciación: «Hágase en mí según tu palabra». De este modo, maternalmente, abraza la cruz junto con el divino Condenado. En el camino hacia la cruz, María se manifiesta como Madre del Redentor del mundo. Es la Madre Dolorosa, la Sierva obediente hasta el final.
Camina la Virgen Dolorosa seguida del silencioso fervor de los maliayos. Besada por la Luna que la mira emocionada. Porque como un elemento más de las celebraciones de estos días,
Mágica por el cielo
La luna fulge, llena
Es la luna de parasceve, la luna de la preparación. La que marca las fechas de la Semana Santa. La misma que siguió a Jesús camino del calvario. La misma que este año, como otros muchos, iluminará el discurrir de vuestras procesiones por las silenciosas calles de Villaviciosa.
Calles como la del Agua o la de Sol que confluyen en la Plaza del Ancho, anhelando escuchar ellas también el sermón del Encuentro, (autosacramental), que allí se celebra con cuatro protagonistas; Jesús el Nazareno, la Verónica, la Virgen Dolorosa y San Juan.
Me encanta que hayáis dado vida a la Verónica, aquella mujer cuya piedad venció el miedo. A diferencia de Simón de Cirene, a la Verónica nadie le pide que se acerque al condenado para limpiarle el rostro. Pero ella lo hace, protagonizando así el gesto más valiente de la Humanidad para con su Redentor. Una mujer que no se sabe si existió porque de ella no se habla en los evangelios.
Mientras que unos historiadores niegan la existencia de la Verónica, otros muchos creen en ella, aunque matizan que pueden darse muchos aspectos legendarios en su historia.
Tal vez la Verónica era una mujer humilde y sencilla. Una mujer anónima que por casualidad se cruzó en el camino con Jesús, el condenado que caminaba hacía la crucifixión, y que movida a compasión se acercó a Él para aliviar su dolor. ¿En realidad, qué importa quién haya sido? Lo verdaderamente importante fue su comportamiento.
La Verónica, con su acción, nos recuerda que somos mejores y más auténticos cuando pensamos más en los demás que en nosotros mismos. Como a ella, Cristo nos espera en el camino, en el hospital, en la oficina, en el parque, durmiendo en algún banco a la intemperie. ¡Cristo nos espera! ¿Le reconoceremos? ¿Le ayudaremos? ¿O persistiremos en nuestro egoísmo?
Una acción, como la de la Verónica, siempre conmueve el corazón.
Y Jesús se lo agradece dejando su rostro impreso en el paño. Es una forma de decirnos que las buenas acciones dejan en el corazón una señal indeleble, como muestra el precioso lienzo que porta vuestra imagen.
“La Oración en el Huerto de Getsemaní”, “La Flagelación” y “La Coronación de Espinas”, son tres de los pasos que el Jueves Santo recorren las calles de la Villa, llevados por mujeres. Tres momentos claves en la pasión de Nuestro Señor, que morirá clavado en la cruz como un vil malhechor.
Jesús, cumpliendo la voluntad del Padre, asume su destino. Lo hace en soledad. Nadie le muestra afecto.
En nuestro mundo muchas personas mueren también solas, olvidadas por todos. Mendigos que se encuentran con la muerte en una fría y solitaria noche en el parque de cualquier ciudad. Ancianos ignorados por sus familias.
¿Cuántas veces frente a los problemas de inmigrantes o personas con dificultades nos hemos lavado las manos como Pilatos?
¿Cuántas veces, al igual que el soldado que con su lanza atravesó el costado de Cristo, hemos herido a nuestros semejantes con comentarios malintencionados?
¿Hemos sido alguna vez cirineos con aquellos que han necesitado ayuda? ¿Hemos intentado aligerar sus penas?
¿Ante una injusticia, una falsa acusación, hemos guardado silencio por miedo o comodidad, como hicieron los apóstoles?
¿Nos hemos apiadado de los que sufren?
Cada año al amanecer del Viernes Santo, el Campo de San Francisco, en la Villa, sabe que ese es su día, porque se convertirá en el escenario de una bellísima escenificación.
Con devoción y dolor contenido
Se acercan al lugar de la tortura
Lo bajan de la Cruz con fe y ternura
Abrazan su cuerpo de muerte herido
Cientos, miles de personas se congregan cada año para asistir al Desenclavo o Descendimiento, en el Campo de San Francisco. Allí sobre una plataforma se encuentra la figura de Cristo Crucificado. A su lado las imágenes de su madre, la Virgen María y la del discípulo amado, San Juan.
Muy cerca, la urna vacía, espera.
“Contemplando a Cristo muerto en la cruz, el pensamiento va a las tantas injusticias y sufrimientos que prolongan su pasión en cada rincón de la tierra. Jesús sufre y muere en cada persona castigada por el odio y la violencia”
Lo decía san Juan Pablo II
Miembros de la Cofradía Nuestro Padre Jesús Nazareno suben a la plataforma y con manos temblorosas van retirando uno a uno los elementos de tortura.
Primero aquel letrero, INRI, que llevaría a decir a Pilatos, “lo escrito, escrito está”. Después la corona de espinas, para continuar con los clavos de sus pies y de sus manos.
“Taladraron sus manos y sus pies…”
Aquellas manos, tus manos, Jesús, que habían bendecido a todos, ahora están clavadas en la cruz; aquellos pies, tus pies, Jesús, que habían caminado tanto, para sembrar esperanza y amor, ahora están clavados al patíbulo.
Al presenciar esta hermosa ceremonia y dejándose penetrar de la emoción del momento, seguro que a todos nos gustaría desenclavar al Señor. Y sabemos que podemos hacerlo si cada día le queremos con un compromiso mayor. Si perdonamos a los que nos ofenden, y nos provocan dolor. Mostrándoles nuestro cariño, como le gustaría al Señor.
Los cofrades abrazan el cuerpo de Jesús con verdadera unción,
Lo llevan ante su madre con ternura y compasión
La Virgen lo observa todo, sin un gesto de dolor.
Sufre en silencio la pena, la guarda en su corazón.
Luego se acercan a la urna con cuidado y precaución.
Y una piensa en aquel judío que sepulcro le buscó.
Y también en la Magdalena, testigo de su Resurrección.
Bajo los tristes y emotivos acordes de la música se desarrolla la procesión del Santo Entierro que camina hacia el templo parroquial.
Cada año con un amor renacido
Fieles a su tradición y cultura,
Los maliayos, besan , Jesús, tu sepultura,
Sentido desenclavo revivido.
En la mañana del Sábado Santo, en la Plaza del Crucero, las notas del Sabat Mater acunan la Cruz, ahora vacía; la Vera Cruz.
Oh, Madre fuente de amor,
Hazme sentir tu dolor,
Contigo quiero llorar.
Haz que mi corazón arda en el amor de Dios
Y en cumplir su voluntad
Es el día en el que la soledad, la tristeza del vacío que deja en nuestro corazón la ausencia de la persona amada se hace patente.
En la procesión de la Soledad, la Virgen María, la madre Dolorosa llora la muerte de su Hijo. San Juan, la pérdida del Maestro, del amigo. Los dos se apoyan en su soledad. Los dos caminan juntos por las calles de la villa, que siente en sus entrañas la pena de aquel momento guardando un respetuoso y prolongado silencio.
Pero el Domingo de Resurrección está a punto de llegar y con él la alegría desbordante de lo que para nosotros significa.
En esta ocasión es la Virgen del Rosario la que sale al encuentro de su hijo resucitado. Va cubierta con un manto negro.
Podrías haber elegido la Virgen bajo otra advocación, pero es la del Rosario, y os confieso que me encanta porque ella es la misma que protagoniza El Encuentro en Candás. La Virgen del Rosario es desde tiempo inmemorial la patrona de la Cofradía de Pescadores de mi pueblo. Tengo la alegría de pertenecer a su Cofradía, la de la Virgen del Rosario de Candás, refundada hace unos años.
En vuestra procesión de Resurrección, la imagen de la Virgen que ha salido de la iglesia de la Oliva camina en busca de su Hijo. La imagen de Jesús resucitado abandona el templo parroquial y camina hacia su Madre. El encuentro se producirá en la Plaza de Carlos I. Al ver a su Hijo, la Virgen será despojada del manto negro. La nacarada blancura de sus vestiduras nos muestran, la alegría del momento; ¡Cristo ha resucitado!
En estas líneas que he escrito para el pregón me he limitado a recorrer a grandes rasgos vuestras celebraciones, con unas pequeñas pinceladas de lo que en mí despiertan.
No he mencionado en ningún momento la presencia y la maravillosa participación de los niños y de los jóvenes. He querido referirme a ello de forma destacada porque considero que es una labor fantástica la que realizáis al inculcar en los pequeños el amor a la Semana Santa y a todo lo que significa.
Es muy bonito verlos portar los pequeños pasos creados para ellos. Sin duda es una forma de habituarlos y hacerles comprender que la participación en la Semana Santa es algo consustancial con el maliayo.
Las Cofradías son parte visible del cuerpo de la iglesia y es necesario que la juventud esté presente participando en las diversas actividades, dando vida a la religiosidad popular que no es más que la manifestación pública del sentimiento de amor a Dios. Sentimiento que, aunque muchas veces esté adormecido, vive en todos los corazones, en respuesta al inmenso amor que Él nos tiene.
Vuestra Cofradía tiene creo 1800 socios y más de tres siglos de existencia. En todo este tiempo no solo habéis mantenido la tradición, sino que os habéis preocupado de enriquecer el patrimonio de la misma con la adquisición de nuevos pasos.
Al comienzo de este pregón os hablaba de mi agradecimiento por el honor que me habéis dispensado. He aceptado agradecida y también muy contenta porque como creyente que soy, la Semana Santa encierra para mí un profundo significado. Y considero importantísimo divulgar su celebración, en un intento de dar a conocer el verdadero sentido que para los cristianos deben encerrar estos días.
Cuando parece que solo lo material ocupa el primero y el único objetivo de nuestras vidas. Cuando, para muchos, la Semana Santa no es más que un periodo vacacional resulta alentador que en algunos sectores de nuestra sociedad aún siga siendo importante el espíritu y la fe.
Siempre he tenido la sensación de que la Semana Santa es la época del año litúrgico más importante para los cristianos. Es el momento en que debemos revestirnos de Jesucristo, sufrir con Él, morir con Él para poder resucitar también con Él. Nunca me canso de repetir, que rezando el Vía crucis por las calles de mi pueblo, Candás, se abrieron mis ojos a la fe.
Pienso que vivir la Semana Santa con fe es tomar conciencia clara de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Que por amor se entregó a la voluntad del Padre y caminó con la cruz a cuestas hacia una muerte ominosa.
Villaviciosa es hermosa, tu bien lo sabes, Señor
Hermosa por muchas cosas y por mantener la tradición.
Abuelos, padres y nietos no se olvidan de tu Pasión,
Jesús Nazareno es el nombre de su cofradía, Señor.
Todos ellos son cofrades, te rinden culto y amor.
Porque Tú, sigues siendo para ellos, una realidad, Señor.
Muchas gracias
Villaviciosa, 2022
María Teresa Álvarez García